viernes, 9 de octubre de 2020

 Ella... en sus ojos caben toda la flora y la fauna de este planeta.

Él... escritor de cuentos de hadas.

Es imposible acostumbrarme a su manera de ser, porque cada noche, mientras duerme, diseña y practica con paciencia un nuevo gesto para sorprenderme cada mañana.

Soñador de sueños gigantes con mil detalles chiquitos.

Ella, al igual que yo, pertenece al club de los que no disfrutan el helado de chocolate.

Conquistador del mar.

Antes de decir buenos días, grita "CAFÉ!!!"

Ama encontrar tesoros y guardarlos en cajitas de hojalata... "hojalata" una de las tantas palabras que lo persiguen.

Es chiquitita, pero no existe, una palabra tan inmensa como ella. De todos, su más grande sueño, es ser mamá.

Le gusta descubrir palabras que son ricas en sonoridad. 

Pocas cosas le hacen tanta ilusión como comprar y empezar un cuaderno, para cada cosa que emprende.

Él busca, pregunta y escrudiña como un niño chiquito y me motiva a hacer lo mismo. Nunca dejará de serlo y por eso es tan feliz.

Cualquiera que la viera hablándole a sus plantitas de tomate, diría que le falta un tornillo. Con los tomates y las piedras que le lanzan... siembra jardines y construye castillos.

Vive buscando nuevas perspectivas, entonces no es nada raro verlo caminando con las manos. Le gustan mucho los olores fuertes y los colores vivos, especialmente los que vienen de la tierra.

Su claustrofobia no es más que una confirmación de que ella es un pajarito libre y que lo suyo... es la libertad y no los límites. 

Él siembra y cosecha, siembra y cosecha. 

Es capáz de narrar una historia entera, solamente con el movimiento de sus manos al bailar.

Cuando escribe... cuando escribe se despiertan las luciérnagas, las mariposas empiezan a nacer y las flores se ponen a bailar. El viento lleva el ritmo y las nubes siempre lo siguen.

Es mitad humano, mitad sabueso porque su oflato puede distinguir olores como "estornudo" o "a fuera"

Él es, sin duda, el transportador de luz más resplandeciente que hay en esta tierra, su luz se contagia, es luz pura, yo veo a Dios en él.

Me enseñó que ese infinito, absoluto que hay en el amor, tiene personalidad y quiere relacionarse conmigo.

Él me enseñó a disfrutar las cosas pequeñitas, a amarlas, incluyéndome a mi.

Ella es inmensa, porque es hija de la inmensidad y cuando aterrizó en mi vida, trajo con ella, sentido y propósito.

El amanecer ya se ha vuelto su mejor amigo, cuando despierta él, se despierta el sol y juntos leen en el sillón blanco que esta al lado de la ventana más grande  de la casa.

Me hace café y me hace feliz... por siempre.

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